Amanece una de esas mañanas tontas en las que vas al instituto sin ánimo de nada. Sólo piensas en encontrarte con los colegas y hablar de lo vuestro: pelis, videojuegos e Internet. La noche anterior acabaste en la cama cansado, con los ojos enrojecidos por la pantalla a la que has estado pegado hasta bien entrada la madrugada, quemando el bono de Internet mientras charlabas con Taiyou, Xuxa, Takami y compañía en el IRC o descargando ROMs para los emuladores. No, no hay ganas de matemáticas a las ocho y veinte de la mañana, ninguna gana.
Llegas al instituto y ves a Ryu en la entrada del centro, apoyado en la pared, conversando con otro amigo acerca de nosequé tema del Final Fantasy VIII. Tiene cara de agobiado, puede que porque el otro chaval le aborda día tras día para contarle lo que va descubriendo en el juego de Square. Toca el timbre y el otro chico se va. Ryu te ve a lo lejos. Os conocísteis el año anterior en una clase de 3º de BUP que pasaría a la historia por el carisma de cierta gente y por las amistades que empezaron a forjarse y que aún perduran. Este año no estáis en la misma clase pero, afortunadamente, la amistad sigue. Vuestro gusto común por las pelis de Chuck Norris y Van Damme, las artes marciales y, por supuesto, los videojuegos, han establecido un vínculo indestructible.
-¡Quillo! ¿Qué tienes ahora? -pregunta, mientras se acerca a saludarte-.
-Matemáticas con la Camarona... Motivación nula, tío -respondes al tiempo que le chocas la mano-.
-¿Has visto a Kala?
-Qué va... Ya sabes que este no suele aparecer ni a mates ni a física...
-¡Vamos en su busca! -dice Ryu, al tiempo que se ajusta la mochila a la espalda.
Ya conocías a Kalared desde que érais pequeñitos. Desde que el cambiar juegos de Megadrive y el ir uno a casa del otro a echar unas partidas os convirtió en amigos. Kala no solía aparecer en las primeras horas... ¡sus razones tendría!. El caso es que Ryu y tú decidís aventuraros en ir a buscarlo a su casa.
Kala y tú vivíais en el mismo bloque, a escasos cinco minutos a pie del instituto. Por el camino, Ryu y tú comentáis algo sobre una consola nueva que SEGA estaba preparando, llamada Katana. El nombre molaba y mala no tenía que ser, a pesar de cómo le había ido a la empresa de Sonic con la Saturn. La conversación se esfuma cuando llegáis al portal. Pulsáis al timbre y no hay respuesta.
-¿Estará dormido todavía?
-Dale otra vez, fijo que este tío está despierto.
Tras un par de timbrazos más, Kala abre la puerta. Un zombie con los ojos pegados y el pelo alborotado os da los buenos días.
-Kiyo, qué pasa... ¿Qué hora es? -dijo, abriendo la puerta, con un hilillo de voz.
-Kiyo, que pasamos de entrar a primera y hemos venido a buscarte. -le respondío Ryu.
-Ah... pasad, pasad... -nos indicó, mientras abría la puerta del todo -Esperad aquí.-
Kala va a su cuarto a cambiarse mientras esperáis en el recibidor. Al poco vuelve, un poco más arreglado y os invita a desayunar. Tras unos Colacaos pasáis todos al cuarto. Ryu y tú tomáis asiento en ese sofá de cuero negro que aún pervive mientras Kala coge el King Of Fighters '98 y lo inserta en la Playstation para disponeros a echar unas partidas. El juego se ve en blanco y negro pero no hay problema. El vicio estaba servido. Ni se os pasa por la cabeza eso de que había que volver al instituto. Estáis entre amigos, jugando unos retos, hablando de lo nuevo de Internet, que aún suena a ciencia ficción, y echando unas risas cuyos ecos perduran años después. Os habéis escaqueado... ¡Y lo bien que sienta!
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